“El paisajismo del siglo XX: 1900 – 1950.
«De utilidad o de recreo, de la inteligencia o del sentimiento, clásicos o paisajistas, grandes o pequeños, abiertos o cerrados, puramente decorativos o cargados de sentidos y símbolos, su estilo, el de los jardines del siglo XX, o su finalidad, han estado renovándose sin cesar. Pertenecen a un arte que se sitúa en el mismo rango que la arquitectura, la pintura o la escultura».
En VARIOS AUTORES, «Images du jardín», Artículo de ROYER, C. y ZARMATI, S,. «Les Jardins Modernes, 1900-1937. Ed.: Sang de la Terre, París, 1987.
Capítulo 1 : LA TRADICIÓN
INTRODUCCIÓN
Entre el final del siglo XIX y hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial se produjo un fenómeno de recuperación de los valores que habían caracterizado el arte del jardín y otro relativo al cambio de uso, orientándose por primera vez hacia lo social, y acentuándose esta orientación con el paso del tiempo. Este germen de cambio no se dirigió tanto a la concepción del propio jardín sino a entender y valorar una nueva dimensión del mismo: su valor funcional y social. El jardín y el parque (según su extensión urbana o pública) quedarían indeleblemente marcados tras el paso de estos años. Ese cambio se concretará en varios aspectos que irán desarrollándose en el futuro:
Los nuevos presupuestos sociales y funcionales, las nuevas tecnologías aplicadas, la manufactura y la superación del ámbito privado en favor del público, serán los componentes de ese cambio que adquirirá su esencia y desarrollo con la llegada de la “modernidad”.
En la «tradición» que ahora nos ocupa, las miradas se dirigían a las realizaciones que se habían producido en la Francia del siglo XVII, concretamente a los jardines de palacios y «chateaux», y en Italia, a sus villas renacentistas. (Pinsent)
Es común a ambas el hecho de desarrollarse casi exclusivamente en el ámbito de lo privado y en las posesiones que pertenecieron a las grandes fortunas y a la nobleza.
Al comienzo del siglo XX las clases dominantes iban a tratar de imitar aquellas grandes posesiones, eligiendo precisamente esos modelos franceses e italianos por ser los que mejor representaban sus intereses y aspiraciones.
Este movimiento se trasladó a EEUU con la misma intensidad y con los mismos principios reguladores. Los modelos de Vaux-Ie-Vicomte o Versalles y las villas renacentistas italianas suscitaron ese movimiento en favor de los jardines clásicos. El creador de aquellos, Le Nôtre, iba a servir como modelo de actuación para la creación de jardines “a su estilo». Los modelos italianos llegaron a América de la mano de Charles Platt y de su obra «Italian Gardens» de 1894. En esa obra se plasmó el ideal de villa y jardín italiano que iba a constituir la base de los trazados formales que tuvieron lugar en Estados Unidos en los que el destinatario también iba a pertenecer a la clase adinerada de principios de siglo, fuertemente impregnada de las tradiciones europeas.
Esta idea de jardín tradicional, anclada en la práctica francesa e italiana como «estilo» adoptado por los diseñadores más conservadores que miran al siglo XVII y que quedará caracterizada por los trazados simétricos ordenados en torno a un eje principal, con la casa en el centro, por líneas rectas o formas regulares y efectos perspectivos, no va a terminar de extinguirse y de renacer, sucesivamente, incluso hasta nuestros días. (Platt, Blomfield, Moen).
Más adelante, incluso en 1935, esta tendencia todavía dominaba ocasionalmente el panorama general a la vez que convivía con otras que iban surgiendo. Además de aquellos elementos heredados de Le Nôtre se iban a retomar otros procedentes también de Inglaterra (consideraremos también el Naturalismo inglés como parte de la tradición, pero lo trataremos en el capítulo 3°), de España, de la tradición árabo-hispano-romana, con gran presencia y ejemplos en Norteámerica e, incluso otros de Oriente en las nuevas vías exploradas de los “exotismos”. Con estos antecedentes podemos comprender la dificultad de establecer unos límites conceptuales, formales y estilísticos precisos para este tipo de jardín, aunque toda la producción podría enmarcarse en base a las procedencias señaladas anteriormente.
Paralelamente a estas corrientes que definen y pretenden centrar este capítulo, surgió también un fenómeno de revisión de los jardines históricos enmarcado en la nueva tendencia de revalorización de lo antiguo como «monumento», por el solo hecho de ser antiguo, van a ser ahora objeto de proyectos de restauración, orientados éstos según las diferentes tendencias y escuelas. Esta práctica configurará una buena parte de la dedicación de algunos paisajistas. (Duchéne, Vacherot).
El hecho de la pervivencia de una tendencia tan conservadora se debió quizás a la lentitud en el cambio de ideas que se producían en el mundo de la jardinería. Lentitud que hace que perduren aún hoy los valores tradicionales, históricos y escasamente innovadores de los la producción de Xavier de Winthuysen en España, es un excelente ejemplo. Estos diseñadores se interesaron más en redescubrir los principios clásicos y adaptarlos a las necesidades de la nueva etapa histórica que en intentar definir una nueva estética.
Una de las escasas excepciones a la ausencia de literatura y de publicaciones específicas que analicen el jardín y la práctica profesional en esos momentos es la aportación de Hubbard & Kimball con su libro «An introduction to the study of landscape design» de 1917, el cual puede ser considerado como el primer texto básico sobre jardinería y paisajismo. Otras publicaciones como la de Frank Waugh de 1899, «Landscape Gardening», no tuvieron tanta trascendencia ya que no consiguieron dar importancia a la organización del paisaje, limitándose a la nueva composición hortícola, de moda en aquellos momentos.
No parece por tanto extraño que las influencias provinieran de campos ajenos al específicamente paisajístico, como la pintura, la moda, el mobiliario, las artes aplicadas o incluso, los nuevos materiales, etc.
Esta apreciación general del jardín del siglo XX nos sitúa en una realidad concreta, mezcla de herencias y versiones, que son las que harán avanzar esta disciplina artística desde la tradición establecida en épocas anteriores hacia las cercanías de la modernidad y los nuevos supuestos teóricos.
SITUACIÓN GEOGRÁFICA E HISTÓRICA
Al comienzo del siglo XX convivían las dos escuelas que se habían erigido en clásicas o tradicionales, la vertiente regular o formalista [1] inspirada en los jardines españoles, franceses o italianos, objeto de este capítulo, y la vertiente naturalista, más propia de Inglaterra (capítulo 3°). Parece que la balanza en estos comienzos del siglo se inclina hacia la formalista o regular, la cual evolucionará a su vez hacia la propiamente moderna a pesar de haber sido el jardín inglés el que había perdurado durante el Segundo Imperio y tras la Revolución Francesa pero la vuelta a los clásicos formalistas acabó imponiéndose. [2] Esa vuelta al formalismo se consolida en la Tercera República encabezada, en el entorno francés, por los Duchéne, padre e hijo, quienes “nacieron para recrear la herencia versallesca de Le Nótre”, aunque uno de ellos se situó a caballo entre ambas tendencias al insertar sin prejuicio sus parterres formales dentro del esquema más general del gran parque paisajista. Lo que perseguóa era una armonía sin interrupciones en el flujo producido, por ejemplo, entre un estanque geométrico y un río pintoresco. Duchéne escribe: «Si los anacronismos decorativos necesitaban evitarse, la tradición iba a mantenerse viva por la renovación de su propia expresión«.
Los escenarios en los que se van a desarrollar ambas tendencias serán, básicamente, Europa y América. Ésta recibe la influencia y el aluvión de arquitectos, paisajistas y diseñadores que llegaron desde Europa, configurando todos ellos un conjunto homogéneo de visiones y creaciones hasta el punto de que algunos autores americanos como Frederick L. Olmsted serán considerados por algunos autores como protagonistas de la «alta tradición victoriana» vigente entre 1820 y 1880. [3]
CLASIFICACIONES Y TÉRMINOS
Para centrar los aspectos que definen “la tradición” en jardinería podemos tomar la referencia del libro de Benito Carrasco, «Parques y jardines» y ver la nota [1] en la que se citan tres variables:
1-Estilo clásico, regular o simétrico, generalmente llamado francés
2-Estilo romántico, paisajístico o irregular, llamado generalmente inglés.
3-Estilo compuesto, como combinación de los dos anteriores. [4]
En el primero de ellos la Naturaleza se subordina a las necesidades de la composición. En el segundo se copia e idealiza la Naturaleza. En el primero la belleza es relativa, en el segundo es natural. Del tercero se ocupó Edouard André cuando definió el «style composite» como «la unión perfecta entre arquitectura y paisaje: Los entornes inmediatos de los edificios reconocían las leyes de la arquitectura y la geometría dispuestos gradualmente en zonas de naturaleza sin forma». [5] y [6]
A esta clasificación de B. Carrasco habría que añadir la que realiza D. Imbert en su libro «The Modernist Garden in France» donde cita las tres grandes soluciones históricas:
1-Jardín francés, regular, geométrico, adaptando el lugar a la creación que se pretende.
2-Jardín inglés, irregular, paisajista, jardín del estado de ánimo, recreación de una naturaleza artificial.
3-Jardín italiano, que podría situarse entre ambos extremos, o jardín arquitectónico que, en este caso, sabe adaptarse al lugar.
A la vista de estas clasificaciones surge la necesidad de aclarar algunos conceptos que aparecen en ellas. “Jardín regular” es el término que se aplica comúnmente tanto a pequeños jardines simétricos que se encuentran diseminados por los jardines paisajísticos, ya sea junto a la casa o separado de ella, como a los grandes jardines monumentales, a los parques o a los de grandes posesiones de otros tiempos en el contexto continental y previos al Naturalismo inglés, en el contexto británico. Por tanto, el término regular se empleará correctamente cuando designe las grandes composiciones “antiguas” pero no será el más indicado para los jardines que nos ocupan, los del siglo XX, ya que un cierto ordenamiento en el tratamiento de los elementos del jardín no le convierte a éste necesariamente en regular. Si por regular se entiende la representación de un jardín compuesto según un eje de simetría, no será aplicable a una planta asimétrica, por ejemplo, aun cuando ésta esté perfectamente ordenada, diseñada, dibujada y compuesta. Jardín regular se considera sinónimo de ‘jardin a la française». Ese modelo será el que invalide todas las discusiones previas sobre las modas paisajística, naturalista, romántica o china, y también, a la evolución del auténtico formalismo francés, o sea la versión moderna, entendida como distorsión de la Naturaleza y materializada según composiciones pictóricas abstractas. (Ver capítulo 4°). Los distintos tipos de denominaciones pueden resultar confusas en afirmaciones tales como: «El jardín regular moderno contrasta fuertemente con las parodias degeneradas del estilo paisajístico que caracterizó la segunda mitad del siglo XIX”.
Como tal “jardín regular” aparece en los jardines de comienzos del siglo XX sustituyendo la tendencia del diseño naturalista. Los “Dûchene”, como anticipábamos, apuestan por restituir la herencia cultural francesa a través de los grandes jardines formales. Forestier aboga en sus obras, escritos, jardines y diseños por una estructura arquitectónica cuyo rigor se dulcificará por la vegetación. André y Paul Vera traducen el idioma del «jardin a la francaise» a un pequeño jardín burgués simplificado.
Por ello es por lo que el término aparece en las dos clasificaciones precedentes pero siempre vinculado al jardín francés o formal o regular o geométrico y nunca al inglés.
Jardín arquitectónico es el término que se aplica al jardín en el que los elementos construidos adquieren un protagonismo notable frente a la plantación. Sus referentes más inmediatos estaban ya en el jardín representativo de las villas italianas renacentistas. Éste se caracteriza por la reproducción del interior de la villa en los exteriores de la misma y por la importancia generada por la propia edificación en ese entorno. El retorno a este tipo de jardín se desarrolla en Inglaterra a principios de siglo, paralelamente a la evolución de un nuevo estilo de casa de campo. (Ver capítulo 2°). Jellicoe se dedicó al estudio de los jardines italianos, escribiendo en colaboración con John Shepherd «Italian Gardens of the Rennaissance».
También aquí aparecen términos que pueden conducir a error. El calificativo geométrico no es exclusivo del jardín francés, también lo es del italiano, ya que este se configura desde la arquitectura y desde los elementos construidos, los cuales le confieren ese orden geométrico. En definitiva, aunque por distintas razones, la geometría preside ambos tipos de composición.
Se podría considerar otra clasificación desde el punto de vista de su procedencia. Podemos decir que desde Francia proviene la vertiente más puramente geométrica, formalista o regular (serían aplicables tales calificaciones) con esquemas previos y planos y que será la que configurará los parterres y las ideas de perspectiva «ad infinitum». De Italia, la vertiente más arquitectónica, aunque también geométrica, en la que el esquema del jardín se basa en los elementos construidos en el mismo, configuradores y marco del propio esquema de plantación.
CONCEPTOS
La vuelta al jardín formal o tradicional francés se materializa en el nuevo jardín regular o arquitectónico, según aseguraba Vera y que era «un nuevo sistema para suplantar la irregularidad «descarada» del jardín paisajista; un nuevo sistema para establecer el jardín como un apartamento exterior al aire libre o lo que es lo mismo, decantar el antiguo debate entre los que abogaban por una Naturaleza virgiliana y topiarizada y quienes pretendían un orden geométrico idealizado sobre la tierra».
En el siglo XVII los franceses habían volcado su visión y su creencia en una Naturaleza dominada y sistematizada en el jardín formal. En el siglo XVIII ambos, franceses e ingleses, imponen su arquitectura de formas puras, clásicas, en un paisaje poético que pretende replicar a la Naturaleza intacta.
Continuamente se encuentran disparidades entre los conceptos de Naturaleza y su reproducción y aplicación en la realización de jardines. Estas paradojas no desaparecen hasta 1900. Se apuntan 6 sencillas razones sobre la escisión que supone el año 1900:
1 ° El diseño tiende a popularizarse y aunque hay jardines pequeños y vernáculos, serán todavía los dueños de las grandes posesiones los que tengan la oportunidad de invocar el tratamiento, como bella arte, para sus propiedades. Por otro lado, el paisajismo invade los suburbios y sus villas, el parque público y hasta el cementerio.
2° Se da la coincidencia entre un incremento del ajardinamiento público con el fin de las peticiones públicas para incluir el paisajismo en las Bellas Artes.
3° Tras el romanticismo y su culto por lo individual, cada hombre o mujer crea o tiene su propia visión, disposición mental, sensibilidad y responsabilidad sobre todo lo que le rodea, incluyendo parques y jardines, pero también sobre lo no domesticado, lo salvaje, lo cual se puso de moda también porque provocaba precisamente grandes experiencias personales (auge y desarrollo de los grupos de excursionismo, ver Gaudí).
4° El estilo se convierte, sencilla y súbitamente, en una elección formal.
5° El gusto y su evolución (consecuencia de la diversidad de estilos que se dan -chino, turco, gótico-, de los propios gustos personales de autores con nombre propio como Lorena, Dughet, Poussin, o, como término que en la actualidad uno estima y considera a diferencia del gusto del siglo XVIII) significaba o representaba sólo el de una reducida clase social o élite.
6° El paisajista no va a contar más con un valor normativo para domeñar la Naturaleza. [7]
El jardín presentaba una imagen de naturaleza organizada de acuerdo a leyes gráficas o plásticas más que a una especificidad hortícola. Blomfield comentaba: «El tratamiento formal de los jardines debería llamarse tratamiento arquitectónico de los mismos ya que ese tratamiento consistía en la ampliación de los principios de diseño que dirigieron la casa hacia el entorno que la rodeaba«. [8]
El jardín de aquel momento parecía ser un préstamo del último y auténtico paisaje tradicional francés, el de Le Nótre, para establecer «preceptos sólidos de composición» junto al arte de organizar los elementos de acuerdo con una ratio matemática. «El objetivo del ajardinamiento formal es conjugar el interior y el exterior de la casa para hacer crecer a la casa por fuera de sus alrededores y prevenir su ser como si de una excrecencia se tratara«. [9] D. Imbert también denomina “arquitectónicos“ a otros jardines emparentados con Blomfield como dice en esta ocasión: «La realizacíón de estos proyectos de jardines en tres dimensiones mantienen la impronta de sus originales como composiciones gráficas. Estos jardines arquitectónicos aparecieron como ampliaciones de la planta de la casa o edificio o como espejos de sus fachadas». Los pocos árboles situados dentro del jardín funcionaban como hitos puntuales que podían desequilibrar la composición rigurosa hacia el desequilibrio, a no ser que se usaran como muros verdes recortados. Por todo ello y a parte de los primeros ejemplos de jardines en el estilo regular, como los de Forestier o Vera, la vegetación jugaba sólo un papel menor. [10]
Desde el punto de vista actual es difícil resistirse a considerar la alternancia de ideas entre tradición y lo que se considerará modernidad y cómo ésta estará perfectamente anclada en la tradición, de la que partió y surgió, y a la similitud de los términos y calificativos empleados. Los modernos utilizarán términos que remitirán a la tradición, pero serán significativos de la modernidad en el contexto de su obra: regular, arquitectónico o formal. De hecho A. Vera escribe, entre otros libros «Modernité et tradition» donde cita a Pio XII cuando dice: » ... para desarrollar un profundo sentido de la tierra y del pasado de uno mismo y para promocionar simultáneamente regionalismo y modernidad‘. El problema de la distinción se plantea cuando lo regular, lo geométrico, lo formal o lo arquitectónico lo usamos para calificar indistintamente la modernidad y la tradición. Esos mismos calificativos aparecen en la tradición francesa, en los jardines de Le Nótre, aquellos regidos por el compás y las relaciones numéricas. Todas las plantas se organizan de un modo matemático. Todo está calculado. Los números generan otros números. ¿No es oportuno volver a estos principios cuando lo que realmente deseamos es un «estilo», ya sea por gusto o por necesidad?, pensarían los modernos.
E insisten en la importancia de las matemáticas. La belleza matemática no requiere ornamentación. Con grandes espacios abiertos se consigue salud, con flores, árboles y arbustos en sucesivas o continuas floraciones, se consigue esperanza, con matemáticas se consigue paz.
Fletcher Steele comentaba que «las formas siempre se mantienen como arquitectónicas, lo que en jardinería denominamos forma!‘. [11]
Pero la decisión no va a ser unánime ni la tradición contemplará una única evolución. La revisión continua de las tradiciones formalista y naturalista encabezadas por Blomfield y Robinson respectivamente, mantendrán viva la discusión en Inglaterra de las respectivas ventajas de la formal frente a la naturalista, entendiendo la formal como la existente en las villas italianas, los castillos franceses o los jardines coloniales americanos. [12] A pesar de todo, estas dos tendencias funcionaron muchas veces juntas. Hay muchos ejemplos de ello en multitud de proyectos de J. Ch. Olmsted. También en Francia estaban atrapados entre estas dos polaridades: formalismo y naturalismo. El formalismo estaba representado por la restauración de las grandes fincas y el naturalismo por los grandes parques públicos de París y de otras ciudades importantes.
El formalismo, con toda su potencialidad, rigor, precisión, inmediatez en su percepción y simetría, iba a ser el que inspirara mayor temor en cualquiera de sus manifestaciones “históricas” por su asociación con las tradiciones Beaux-Arts, interpretadas por los modernos como una versión de lo pintoresco.[13] Pero a diferencia del naturalismo o pintoresquismo inglés, el jardín clásico francés depende, según asegura B. Carrasca, de tres factores: la perfección del plano, la ejecución conveniente y la útil finalidad. Al primero contribuye la disposición ordenada del mismo. Todo lo que debemos ver debe contener variaciones continuadamente mientras que lo que se presenta en conjunto debe tener simetría. Se entiende por “variaciones” los ornamentos de arquitectura introducidos tales como bancos, vasos, etc, cuidando de no producir confusión entre ellos con el fin de conservar la unidad del plan o composición.
Se entiende por ejecución conveniente, la armonía que debe reinar entre los elementos empleados, es decir, lo que en arquitectura se denomina, proporción. Indica elegancia y equilibrio, los mismos que deben darse entre las partes.
Para que haya utilidad de destino es necesario que todos los objetos empleados respondan a alguna necesidad de uso, es decir que no estén de más. Debe tratarse de llenar siempre esta dualidad, lo útil y lo agradable para aproximarse a la perfección. [14]
ELEMENTOS
Las dos tendencias utilizan elementos comunes con características particulares. Se diferencian, por ejemplo, tres tipos de parterres:
-De «broderie«: como bordados o puntillas, que se representan con plantas sobre fondos enarenados. Se usa en el Renacimiento francés.
-De compartimentos: Superficies verdes o con flores y sin dibujos complicados.
-A la inglesa: Una sola pieza de césped, rodeada por platabanda, con o sin flores, y separada de la parte central por un sendero enarenado.
A la vez hay elementos propios de cada una de las dos tendencias:
El jardín paisajista contendría macizos o grupos de árboles y arbustos, a veces aislados, en praderas, con caminos irregulares y sinuosos, con plantas de muchos tipos y flores, ornamentación, decoración y aprovechamiento de los movimientos el terreno. El formal prefiere alineaciones o agrupaciones geométricas más rigidas, borduras recortadas, caminos rectos y perpendiculares entre sí, domeñando el terreno o eligiendo uno apropiado previamente.
APORTACIONES DE LOS AUTORES
Para muchos arquitectos como Blomfield, Peto o Lutyens, el diseño del jardín era una extensión importante y natural de la casa o una alteración, con lo que en muchos casos esto aumentaba en gran medida la unidad casa-jardín. Sin embargo, dentro de este armazón arquitectónico, se contemplaba la variación como algo importante. Esto condujo a su vez a enfatizar la cualidad de la plantación. [15] Estos jardines de casas de campo tenían una amplia variedad de características: Terrazas pavimentadas alrededor de la casa, bordes herbáceos y jardines de rosas, jardines formales dé agua, setos de tejo usados con mucha frecuencia para encerrar o permitir vistas, zonas de bosque abierto en el perímetro del jardín y con paseos plantados de árboles de flor y arbustos de otras latitudes, auge del jardín japonés.
Blomfield establecía que el diseño del jardín era ámbito exclusivo del arquitecto, ya que los alrededores inmediatos de la casa deberían ser formalmente arquitectónicos ya que el jardín debería tener un armazón bien estructurado. De hecho, para los que creían solamente en los jardines formales, los modelos italianos eran los únicos aceptables. De estos hablaremos ahora, entendidos como la tercera acepción enmarcada en la tradición, como habíamos comentado al principio.
Los Eduardianos (Blomfield, Peto o Lutyens) contemplaban como originales los jardines del Renacimiento Italiano y aspiraban al mismo equilibrio entre arquitectura y paisaje que ellos habían conseguido. [16]
Incluso en EEUU las referencias a la Italia renacentista levantaron aún más entusiasmo que en la Inglaterra eduardiana. En 1890 la tradición Beaux-Arts se enfatizó, dado el entusiasmo americano por lo italiano. Dos libros marcaron ese entusiasmo, “Italian gardens» de Charles Platt de 1894 e “Italian villas and their gardens» de Edith Wharton de 1903. [17]
CONCLUSIÓN
Tras todo este ir y venir, la tradición no va a desaparecer completamente y perdurará en algunos aspectos en el jardín moderno. Este no rompe completamente con el pasado. Retiene de él, básicamente, los materiales y muchas de las estructuras conceptuales de épocas precedentes: El lugar, como punto de partida para el diseño, y los espacios públicos y jardines en formas tradicionales, hasta bien entrado el siglo XX. [18] Incluso se observa una acepción muy particular del término que es la del futuro jardín cubista que diseñará los jardines según un plano, el del suelo, “…activándose una tradición, por el uso del suelo, más propia de sociedades agrícolas o nómadas que de las industriales«. [19]
- Ch. Olmsted afirmaba también que “la tradición perduraría hasta el momento en el que se llegaran a desarrollar jardines bajo el brillo de los movimientos artísticos más contemporáneos, los cuales también tomaban prestadas las características más formales del «estilo regular» en el desarrollo del paisaje moderno. Desde ese momento hablaremos de modernos«. [20] Vincent Scully comentó que “una tradición basada en modelos como Versalles, por ejemplo, propició una reacción al planeamiento «caótico» del Estilo Internacional. Las heridas que éste pudiera haber abierto en nuestras ciudades, pudieron ser cerradas de nuevo gracias a soluciones inspiradas en aquella tradición, cosiendo de nuevo el tejido urbano».
NOTAS
(1) Ver CARRASCO, B., «Parques y jardines«, p: 60. Ed.: Talleres Peuser, Buenos Aires, 1923. (2) Idem.
(3) Ver el artículo de RUSSELL-PAGE, «Gerdens that look inevitable«, en POOL, M. J. Y SEEBOHM, C., u20h c. decorating architecture and gardens«. Ed.: Weidenfeld & Nicholson, London.
(4) Ver CARRASCO, B., op. cit., p: 49.
(5) Ver IMBERT, D., «The modernistgarden in France«, p: 162. Ed.: Yale Univ. Press. New Haven & London.
(6) El «estilo» va a alterarse al concretarse en él no sólo los aspectos formales definitorios sino otros de mayor envergadura, como el contenido. Se necesitará un tema determinado para poder explorar nuevos significados formales. De hecho se van a detectar rasgos o trazos hacia gestos propios del siglo XVIII, hasta en 1948.
(7) Ver DIXON-HUNT, J., u The dialogue of modern landscape architecture with its pest‘.
(8) Ver IMBERT, D., «The modernist garden in France«, p: 54. (9) Cita de R. Blomfield, en IMBERT, D., op. cit. p: 61.
(10) Ver IMBERT, D., op. cit. p:61.
(11) Ver STEELE, F., u New pionnering in Garden Design«, p: 110.
(12) Ver OLMSTED, J. Ch., «Moaernism and american landscape architecture«.
(13) Ver DIXON-HUNT, J., op. cit.
(14) Ver CARRASCO, B., p: 50, op. cit.
(15)Ver PLUMPTRE, G., «The garden makers». Ed.: Pavillion, 1993.
(16) En esa línea, Peto y Sitwell crearon jardines de los más evocadores del periodo, adaptando su conocimiento del jardín italiano a las particularidades del paisaje inglés.
(17) Ver PLUMPTRE, G.,op. cit., en p: 130.
(18) Ver TREIB, M., «Modern landscape architecture: a critical review‘.
(19) Ver artículo: BUTLER, F., «8ig, little and nothing: the empty garden«, en revista «Landscape» de «The Prince- ton jour ne!» (Thematic studies in architecture), vol.: «
(20) Ver OLMSTED, J. Ch., op. cit.